Capilla de la Virgen Desatanudos en El Hatillo: una promesa cumplida y un destino de fe
Por Deisy Terán Tosta
La historia de esta capilla tiene orígenes muy recientes, nacida de una promesa hecha durante los tiempos más difíciles de la pandemia. El padre José Torres, superior de la Sociedad de San Pablo, recordó que mientras enfrentaban la enfermedad entre sus colaboradores, hizo un voto espiritual: “Si nos proteges a todos durante el covid-19, te construiré un templo, dedicándolo a tu advocación”. Así, lo que comenzó como un deseo íntimo se transformó en este santuario abierto desde mayo de 2025, lugar de encuentro, consuelo y plegaria.
La devoción que une historia y símbolo
La Virgen Desatanudos proviene de una tradición alemana del siglo XVII, donde una pareja Virgen cónyuge en crisis acude a un cura jesuita que deshace los nudos simbólicos de su cinta nupcial frente a la imagen de María, simbolizando la restauración de su unión. Esta advocación ha sido impulsada por el Papa Francisco, llevando su consuelo a Latinoamérica y haciendo eco en Venezuela.
Hoy, los feligreses que visitan este santuario participan de un ritual conmovedor: escriben sus peticiones en cintas blancas y las amaran en un cordón especial. Cuando su petición es escuchada, regresan para atar una cinta de color —rojiza, azul o rosada— como gesto de agradecimiento.
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Cómo llegar y vivir la experiencia
Llegar a la capilla es parte del recorrido espiritual. Desde Caracas, el camino serpentea hacia El Hatillo, atravesando montañas y pequeñas comunidades hasta el sector La Unión, en calle San Pablo, donde se alza el santuario rodeado por un jardín sereno.
Es fácil llegar en carro, con estacionamiento gratuito disponible. También existen rutas públicas que conectan desde Chacao y Baruta hasta el centro de El Hatillo. La capilla está abierta todos los días, de 10 a.m. a 6:30 p.m., con misas diarias a las 5:30 p.m. y rosarios los primeros sábados de cada mes desde las 6 a.m.
Una experiencia para el alma y el turismo local
Visitar este santuario no solo nutre el espíritu: también permite descubrir El Hatillo desde una perspectiva apacible y cultural. Tras la oración, el paseo continúa entre sus calles empedradas, galerías de arte, cafés y miradores donde el atardecer se tiñe de calma y devoción.
Como expresaba una fiel visitante: “Yo nunca había sentido una paz tan inmediata—es como depositar mis cargas allí y recuperar la esperanza”
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