La torta Ópera: precisión, capas y el arte de la pastelería francesa
Este clásico sigue deleitando paladares, combinando sabor, técnica y estética.
Por
Deisy Terán Tosta
Elegante, compleja y exigente, la torta
Ópera es uno de los íconos más refinados de la repostería francesa. Con su
estructura milimétrica de capas finas y sabores intensos —entre el chocolate,
el café y la almendra—, este postre representa mucho más que una preparación
dulce: es una verdadera pieza de arte comestible.
Concebida en la década de 1950 por la casa
Dalloyau en París, la torta Ópera debe su nombre a la Ópera Garnier, ya que su
aspecto rectangular con capas superpuestas recuerda los niveles del teatro.
Cada componente de esta receta tiene una función: el bizcocho joconde aporta
ligereza y estructura; el almíbar de café intensifica el sabor; la crema de
mantequilla suaviza el conjunto, y el ganache de chocolate oscuro agrega
carácter.
Para el cocinero venezolano Willman
Escalona, la torta Ópera representa “una prueba de respeto por la técnica, la
memoria de lo clásico y la paciencia como ingrediente clave”.
“No es una torta que haces por impulso. Hay
que entender cada paso, cada textura. Cuando la logras, no solo se ve hermosa:
te das cuenta de que estás probando equilibrio puro”, comenta Escalona.
Dato curioso: en muchas escuelas de pastelería
francesas, la Ópera es un examen obligatorio para los estudiantes avanzados. Su
ejecución requiere dominio técnico, cortes precisos, control de temperaturas y
montaje meticuloso.
La torta Ópera, según Willman Escalona:
“Son siete capas donde nada está de más. Te
cuento cómo la hago yo, a mi estilo pero sin traicionar su esencia.”
Paso 1: Bizcocho joconde
“Batimos huevos con almendra molida, azúcar
glass y un toque de harina. Añadimos claras a punto de nieve para que quede
aireado. Horneamos tres planchas finas.”
Paso 2: Almíbar de café
“Azúcar, agua y café fuerte. Este almíbar
es lo que le da carácter a cada capa de bizcocho. Humedecer bien, pero sin
empapar.”
Paso 3: Crema de mantequilla con café
“Hacemos una base de yemas montadas con
almíbar caliente y luego incorporamos mantequilla. Lo más importante: debe
quedar sedosa, no pesada. El café va al final, solo una cucharada.”
Paso 4: Ganache intensa
“Chocolate oscuro y crema caliente. Al
final, un toque de mantequilla para brillo. Debe estar tibia, no líquida.”
Paso 5: Montaje en capas
“Bizcocho, almíbar, buttercream. Luego otra
capa, almíbar, ganache. Y así hasta cerrar. Lo ideal es que se vean todas las
capas con un corte limpio.”
Paso 6: Glaseado final
“Una capa delgada de ganache brillante o
glaseado espejo. Refrigeramos mínimo 6 horas antes de cortar. Y cuando cortes,
que suene el aplauso.”
Este clásico, que une sabor, técnica y
estética, sigue conquistando paladares en todo el mundo. Y como toda gran obra,
merece ser interpretada con pasión y precisión.
Colaboración especial: Willman Escalona —
@willcocinando
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