Puertas de Miraflores: una travesía ancestral entre piedras y aguas en Monagas

 


En el oriente venezolano, un cañón tallado por el río Guarapiche recibe a los viajeros con paredes de piedra, senderos mojados y la emoción de cruzar aguas vivas en compañía de guías locales. Las Puertas de Miraflores es un viaje que remueve el cuerpo y el alma, y deja el deseo intacto de volver.

Por Deisy Terán Tosta

El camino hacia Las Puertas de Miraflores ya es parte de la experiencia. Apenas se deja atrás Maturín y se asciende por la vía que bordea la montaña hasta San Antonio de Capayacuar, el paisaje abre paso a verdes laderas y murmullos de agua. Desde ese momento, el corazón se acelera ante la idea de adentrarse en un cañón de enormes muros de piedra —hasta 150 m de altura— que han sido moldeados por siglos de corriente en el majestuoso macizo turimiquireño.

Al llegar al inicio del sendero, el aire cambia. Comienza la aventura de recorrer alrededor de 40 minutos de sendero húmedo, salpicado de vegetación nativa y pequeños remolinos. Pero lo que más despierta la adrenalina y el asombro son los siete cruces del río Guarapiche. El agua desciende con fuerza, fluida y fría, y exige atención. No es raro ver a los visitantes formar cadenas humanas, tomar las manos de los guías o clavarse con los bastones para no desviarse del camino. “Aquí habla la piedra y el agua canta”, repite uno de los guías, mientras señala cómo las leyendas indígenas describen este lugar como un portal sagrado entre lo terrenal y lo espiritual.

Cada paso, cada cruce, es una pequeña victoria. El agua golpea las piedras, cala hasta la piel y despierta los sentidos. Algunas pasarelas naturales obligan a ir pausado, otros requieren meterse hasta los muslos en corrientes frescas. La presencia de guías locales es parte esencial del recorrido, aportando seguridad, palabras de aliento y conocimiento sobre cada rincón.

Una vez cruzadas todas las corrientes, las puertas se revelan: dos paredes imponentes, una línea de cielo entre ellas y el río reflejando cada roca como una pintura viva. En ese instante, el cañón se convierte en catedral de piedra y agua. Para quienes escalan, estas paredes ofrecen rutas exigentes. Para quienes prefieren el remanso, las pozas transparentes son un regalo: sumergirse en ellas es como recibir un abrazo acuático, una sensación sanadora que invita a quedarse.

“Sentí que mis cargas se fueron”, susurra una viajera al salir del agua, “como si limpiara el alma con cada gota”. Esa es la magia verdadera del lugar: su capacidad de desarmar la rutina en un instante.

Qué llevar y recomendaciones prácticas:

  • Calzado resistente al agua y antideslizante

  • Ropa cómoda, traje de baño y toalla ligera

  • Protector solar, repelente y agua para hidratarse

  • Snacks energéticos y algo de efectivo para apoyar a los guías

  • Visitar preferiblemente entre diciembre y marzo, cuando el río baja y los cruces son más seguro

Visitar las Puertas de Miraflores es permitirse una pausa íntima con la naturaleza, donde el agua, la piedra y la historia crean una narrativa que se vive, no se lee. Es caminar entre leyendas, dejarlas marcar tu piel y regresar con los sentidos renovados y el corazón lleno de asombro.


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